EL PODER DE LOS HÁBITOS
El Bucle del Hábito // Cómo actúan los hábitos
En la parte más profunda del cerebro, cerca del tronco cerebral –donde el cerebro se una con la columna vertebral-- se encuentran las estructuras más antiguas y primitivas. Controlan nuestras conductas automáticas, como la respiración o el tragar, o el sobresalto que experimentamos cuando aparece alguien detrás de un arbusto. Hacia el centro del cráneo hay una masa de tejido del tamaño de una pelota golf que se parece a lo que vemos en el interior de un pez, reptil o mamífero. Son los GANGLIOS BASALES, un grupo de células de forma ovalada que, durante años, ha sido un gran desconocido para los científicos.
La asimilación de secuencias y rutinas depende y se da en los ganglios basales, según indican investigaciones en ratas, diversos mamíferos y en seres humanos. Al construir patrones de conducta y actuar sobre ellos los ganglios basales son esenciales para recordarlos y operarlos de forma automática. Es decir, los ganglios basales almacenan los hábitos dejando al resto del cerebro en reposo o disponible para otras actividades neurológicas.
Secuencia y repetición de Acciones => Rutinas => Fragmentaciones => Hábitos
El proceso en el que el cerebro convierte una secuencia de acciones en una rutina automática se conoce como “Fragmentación” que es la causa de la formación de hábitos. Hay docenas si no cientos de fragmentos conductuales en los que confiamos diariamente.
Los hábitos, según científicos, surgen de un mecanismo del cerebro para ahorrar esfuerzo. Si dejamos que utilice este mecanismo, el cerebro intentará convertir casi toda rutina en un hábito, porque los hábitos le permiten descansar más a menudo. Este instinto de ahorrar energía es una gran ventaja. Un cerebro eficiente no necesitará grandes cantidades de energía, no necesitará tanto espacio, lo cual hace una cabeza más pequeña, lo que a su vez facilita el parto etc…
Nuestros ganglios basales han diseñado un sistema inteligente para determinar cuándo pueden actuar nuestros hábitos. Es algo que sucede cada vez que empieza o termina un fragmento de conducta.
Los hábitos están definidos por un proceso dentro de nuestro cerebro llamado “Bucle del Hábito” que está formado –en términos generales-- por tres pasos. Primero está la Señal, el detonante que informa a nuestro cerebro que puede poner el piloto automático y el hábito que ha de usar. Luego está la Rutina, que puede ser física, mental o emocional. Por último, está la Recompensa, que ayuda a nuestro cerebro a decidir si vale la pena recordar en el futuro este bucle en particular.
El Bucle del Hábito
Con el tiempo, este bucle –señal, rutina, recompensa; señal, rutina, recompensa—se va haciendo más y más automático. La señal y la recompensa se superponen hasta que surge un fuerte sentimiento de expectación y deseo que al final acaba formando un hábito.
Los hábitos no son el destino, los hábitos se pueden ignorar, cambiar y sustituir. Pero la razón por la que el descubrimiento del bucle del hábito es tan importante es porque revela una verdad básica: cuando emerge un hábito, el cerebro deja de participar activa o planamente en la toma de decisiones, ya no trabaja tanto ni desvía su atención hacia otras tareas. Salvo que se combata deliberadamente un hábito –a través de crear o encontrar nuevas rutinas—el patrón se activará de manera automática.
Sin embargo, el mero hecho de comprender cómo actúan los hábitos –aprender la estructura del bucle del hábito—hace más fácil controlarlos. Cuando fragmentamos un hábito en sus componentes, podemos jugar con el cambio de marchas.
En diferentes pruebas científicas se probó modificar los patrones de los hábitos y hasta crear nuevos y diferentes hábitos. ¡Pero los hábitos nunca llegan a desaparecer! Quedan grabados en estructuras de nuestro cerebro, lo cual es una ventaja para nosotros ya que no tenemos que reaprender y reaprender por cambios y variación de nuestras actividades. El problema radica en que el cerebro no diferencia entre los buenos y los malos hábitos; por eso, si tenemos uno malo, siempre estará acechando y esperando una señal y su recompensa.
El Cerebro Ansioso // Cómo crear nuevos hábitos
Claude Hopkins –pionero del marketing y de la ciencia de la conducta (psicología) del consumidor— sentó las bases con las que se pueden cultivar y desarrollar nuevos hábitos;
Inicialmente, la psicología humana para adoptar nuevos hábitos entre ellos el consumo de ciertos productos se basa en dos principios:
>En primer lugar, encontrar una señal sencilla y evidente.
>En segundo lugar, definir claramente la recompensa
Este ciclo se retroalimenta para crear poderosos hábitos de vida, consumo, estudio etc.
Estos principios ciertamente son un logro, no obstante, resulta que las dos reglas de Hopkins no bastan. Resulta necesaria una tercera regla que ha cumplirse para crear un hábito, una regla tan sutil que el propio Hopkins la utilizó sin estar consciente de ella.
¡Hace falta crear el deseo! Resulta que ese deseo es lo que hace que funcionen las señales y las recompensas. Es lo que alimenta el bucle del hábito y convierte una rutina que no nos suponga ningún esfuerzo.
¿Cómo creas un nuevo hábito de consumo cuando no hay ningún desencadenante para el uso, cuando los consumidores que más lo necesitan no aprecian la recompensa?
¿Por qué distintas recompensas afectan al cerebro de distintas formas?
Una forma de identificar un hábito débil es cuando las distracciones funcionan y no hay enfoque en la actividad o en la rutina, sin embargo, una vez que se espera la recompensa las distracciones no tienen ningún atractivo. La expectación y el fuerte deseo son tan intensos que fijan la rutina a nivel cerebral. Esto explica porque son tan poderosos los hábitos: ¡Porque crean deseos neurológicos!
La mayoría de las veces estos deseos van apareciendo de forma tan gradual que realmente no somos conscientes de su existencia, por lo tanto, desconocemos su influencia. Pero cuando asociamos las señales a ciertas recompensas, surge un fuerte deseo subconsciente en nuestro cerebro que activa el bucle del hábito.
¡El bucle del hábito empieza a activarse en el momento que surge un deseo!
**Ansia-Deseo memorizado
Ansiedad/Deseo
Así es como se crean nuevos hábitos: uniendo una señal, una rutina y una recompensa, y luego cultivando un fuerte deseo que es el que conduce al hábito.
Los científicos han estudiado los cerebros de alcohólicos, fumadores, adictos a la comida, ludópatas y han medido los cambios en su neurología –las estructuras y la circulación de sustancias neuroquímicas dentro de sus cerebros— a medida que se van instaurando los deseos. Dos investigadores de la Universidad de Michigan detallan en una publicación científica que los hábitos especialmente fuertes producen reacciones similares a las adicciones, de modo que “desear se convierte en un ansia obsesiva” que puede obligar a nuestro cerebro a poner en piloto automático, “incluso ante la presencia de fuertes factores disuasorios como perder la reputación, el trabajo, el hogar y la familia.
Sin embargo, estos deseos no tienen el control absoluto sobre nosotros, para superar el hábito hemos de reconocer qué ansia está guiando nuestra conducta. Si no somos conscientes de la expectación seremos presa de la fuerza invisible del hábito.
Está claro por diversos estudios que una señal y una recompensa no bastan por sí solas, no son suficientes para que se instaure un nuevo hábito, solo cuando el cerebro detona el ansia y la espera de la recompensa –el ansia de endorfinas o el sentimiento de realización personal--. La señal, además de desencadenar una rutina, también ha de desencadenar un fuerte deseo por la recompensa.
Los deseos intensos son los que conducen a los hábitos. Y descubrir cómo crear un fuerte deseo hace que crear un nuevo hábito sea más sencillo. Esto es tan cierto hoy en día como lo fue hace casi un siglo.
La Regla de Oro para Cambiar los Hábitos // Por qué se produce la transformación
Jamás podemos acabar de eliminar las malas costumbres, en su lugar, para cambiar un hábito es necesario conservar la señal y la recompensa de siempre, pero insertar una nueva rutina.
Esta es la regla: si usamos la misma señal y proporcionamos la misma recompensa, podemos cambiar la rutina y cambiar el hábito. Casi todas las conductas se pueden transformar si la señal y la recompensa siguen siendo las mismas.
Preguntarse qué es lo que desencadena una conducta habitual se denomina “Entrenamiento de consciencia”, es el primer paso en el entrenamiento de inversión de un hábito.
La mayoría de nuestros hábitos son tan antiguos que ya no prestamos atención a lo que los ha provocado.
Al identificar las señales y las recompensas, podemos cambiar las rutinas, al menos la mayoría de las veces. No obstante, para cambiar algunos hábitos hace falta otro ingrediente: La Convicción.
Un ejemplo significativo de cambio de hábitos se encuentra en la propuesta de AA, en donde para AA la creencia en Dios es vital para el cambio, sin embargo, desde el punto de vista de los investigadores del fenómeno de AA, lo que importa no es Dios sino el propio acto de creer. Cuando las personas aprenden a creer en algo, esa habilidad empieza a transmitirse a otros aspectos de la vida, una vez que se comienza a creer es que podemos cambiar. La fe es un ingrediente que hace que el bucle del hábito se convierta en una conducta duradera. La fe parece ser esencial, quizá no sea requisito creer en Dios, pero se necesita la capacidad de creer que las cosas mejorarán.
Para el caso de AA lo que realmente puede cambiar las cosa es creer que pueden afrontar esa situación de estrés sin el alcohol.
Más allá de la propuesta de AA, en un ámbito de las relaciones grupales, un factor importante es ayudar a la gente para que practique la creencia de que las cosas mejorarán, hasta que realmente suceda así.
Hay algo muy poderoso en los grupos y en compartir experiencias. Las personas pueden ser escépticas respecto a su capacidad para cambiar si están solas, pero un grupo las convencerá para corregir su falta de fe. Una comunidad crea fe. En algún momento dentro del grupo echa un vistazo y piensa: “Si a él o ella le ha funcionado, creo que a mí también me funcionará”
Cuando las personas se unen a grupos donde el cambio parece viable, el potencial para que éste se produzca es más real.
Lo que sí sabemos es que para que los hábitos cambien de manera permanente, la gente ha de estar convencida de que el cambio es posible. El poder de un grupo para enseñar a creer a los demás tiene lugar cada vez que la gente se reúne para ayudarse mutuamente a cambiar. La fe se manifiesta más fácil cuando se produce dentro de una comunidad.
En resumen, un hábito no se puede erradicar, sencillamente se ha de sustituir y sabemos que será más maleable cuando se aplica la regla de oro para cambiar los hábitos: mantener la misma señal y la misma recompensa e insertar una nueva rutina.
Pero eso no basta, para que el hábito se afiance, hemos de creer que el cambio es posible y normalmente esa creencia sólo surge con la ayuda de un grupo.
Es evidente, si queremos cambiar un hábito hemos de hallar una rutina alternativa. Asimismo, las probabilidades de éxito aumentarán espectacularmente cuando exista el compromiso de cambio formando parte de un grupo. Tener fe es esencial, y eso se produce a raíz de una experiencia grupal, aunque esa comunidad sólo se componga de dos personas.